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Imagen: Smoke

(Instantáneas urbanas)

-Panorámica II-

Se cruzan las miradas, las manos, el humo. Se chocan los dedos cuando se pasan el cigarro armado, el aroma verde los envuelve y ambos danzan en cámara lenta. Se ríen uno del otro y cada uno de sí mismo, tapándose las bocas cuando recuerdan que no deben hacer mucho ruido por algún motivo que ahora se les escapa, como el humo, como las miradas y las manos que acarician por el solo placer de recorrer pieles con el tacto sensibilizado y la mente obnubilada.

Los ojos se pierden en la noche, se sumergen en la oscuridad y el silencio compartido. Las dos figuras contemplan las estrellas con las mentes entrelazadas. Cada tanto uno huele el cabello de la otra, una besa el cuello del otro, se acercan tanto para escucharse hablando en voz baja que oídos se confunden con bocas y los labios cambian palabras por besos, total de qué hablábamos, qué importa, las risas los interrumpen y se vuelven a besar.

En algún momento de la madrugada todo se vuelve borroso, ideas, imágenes, sensaciones, recuerdos y emociones. Hay sólo un remolino abstracto y una tuca que se desliza hasta el suelo, iluminada por el sol que ya asoma y obliga a Oliverio a abrir los ojos.

Las sábanas han huido de la cama, las ropas también, los cuerpos yacen como sombras inmóviles en la penumbra del departamento, acariciados por una brisa que se cuela por la ventana abierta. Abril se estira a su lado con los ojos cerrados y él no quiere ni respirar demasiado para no despertarla, para retrasar el adiós inevitable, la vergüenza que caerá sobre sus desnudeces mudas pese a que nada haya sucedido, a que todo se resumiera a caricias y besos de humo.

Ella se levanta de la cama y se pierde en el baño sin decir una palabra, él se imagina el torbellino de reproches y recriminaciones zumbando en su cabeza, la selección cuidadosa de palabras para despedirse sin demasiado espamento, quiere acallar todos esos pensamientos pero no puede, cierra los ojos y canta en voz baja. “Lo que tengas ahí necesito besar, tu sonrisa sin fin y mi miedo mortal...” Vuelve a abrirlos al sentir su cercanía, hincha el pecho para enfrentar lo que haya que escuchar y lo sorprende la sonrisa desnuda de Abril en el rostro lavado de Abril sobre el cuerpo resplandeciente de Abril que se trepa sobre la desnudez de Oliverio -sí, Oliverio, él- que responde de inmediato al saludo aferrándose a su cintura para dar comienzo a una inesperada cabalgata matutina.