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3/4/12

19

Adela lo recibió con una sonrisa precavida, lo estudió en silencio y le sirvió un té de canela con pastafrola mientras escuchaba el relato cuidadosamente preparado por Gonzalo para no preocuparla más de lo debido. Luego de sorber de su propia taza de té, la señora clavó la mirada en Eros, el pekinés sentado a su lado en el sillón que la observaba con su único ojo sano, le dio un pedazo de pastafrola y esperó a que se lo comiera en silencio, como si Gonzalo no estuviera allí. Entonces volvió la vista hacia su invitado y comenzó a hablar con dulzura pero sin vueltas.
–Yo soy vieja pero no estúpida, Gonzalo, sé que las cosas están lejos de ser como quisiera que fueran, pero no soy tan necia como para no verlas. Cuando vos y Coni se pelearon ella empezó a estar con una mujer, yo la veía venir a la casa muy seguido, a veces las escuchaba pelear, también escuchaba otras cosas…–Adela apretó los labios hasta hacerlos palidecer, pero continuó hablando sin ruborizarse– No tengo datos para darte acerca del nombre, ni siquiera puedo describirla porque nunca la vi demasiado de cerca. Es más baja que Coni, tiene el pelo claro, puede ser rubio, castaño claro o pelirrojo, perdón pero nunca pensé que este tipo de detalles fuese importante para identificar a una secuestradora…
La mirada de Adela se nubló, se sacó los anteojos y se enjugó las lágrimas con un pañuelo que guardaba en la manga de su blusa, Gonzalo la miraba con una expresión de impotencia impresa en el rostro  y no pudo pronunciar una palabra. La anciana volvió a colocarse los lentes, entonces continuó hablando.
–Hay algo que me hace sentir mal porque nunca se lo comenté a Coni y podría haber sido importante, pero viste cómo son las cosas, una no quiere pecar de metida y puede meter la pata sólo por callar. Una vez esa chica vino con un hombre. –Adela tragó saliva e intentó ordenar sus recuerdos– Me acuerdo que era la tardecita porque justo había pensado en bajar a regar las plantas, pero miré por la ventana y los vi que venían caminando, hablando en voz muy baja. Pararon un poco más allá de la entrada a mi jardín, así que no pude verlos bien ni escuchar lo que decían, pero parecían estar discutiendo. Era como si el hombre quisiera imponerle que hiciera algo que ella no quería, hasta en un momento me pareció que iba a empujarla. Al final parece que la convenció porque ella bajó la cabeza, él se fue y justo apareció Coni en la puerta. Me pareció una escena rara, aunque no tanto como para comentarla, así que me la guardé y ahora… ahora me pesa.
Gonzalo se levantó, se acercó a la anciana, se arrodilló a su lado y la miró a los ojos con mucho respeto.
–Adela, para echarnos culpas todos estamos mandados a hacer, no se castigue con eso. Constanza siempre pudo confiar en usted para cualquier cosa y saber que esa confianza estaba bien fundada es una especie de homenaje que le hace. Esto que me cuenta ahora, por más que crea que es tarde, es lo único concreto que tenemos desde que ella desapareció. Había un mensaje en su contestador, la voz de un hombre diciendo una frase sin sentido aparente… alguien entró en la casa de Constanza en los últimos días y borró ese mensaje. Necesito por favor que trate de hacer memoria acerca de cualquier movimiento extraño que pueda haber visto alrededor de la casa últimamente.
– ¿Seguro que tiene que haber entrado? ¿En esos contestadores modernos los mensajes no se borran haciendo una llamada y apretando un botón desde cualquier teléfono?
– Constanza tiene una fijación con las cosas analógicas, siempre fue una romántica con sus cámaras viejas y esa vitrola que nunca pudo hacer funcionar...- Gonzalo calló unos instantes porque la imagen de su ex se había formado demasiado nítida en su cabeza y tuvo que dirigir una mirada vidriosa al exterior para seguir aferrándose sólo al objetivo de aquella visita. Cuando volvió a hablar la emoción ya no estaba allí.- Para borrar el mensaje en el contestador, alguien tiene que haber entrado en la casa, ¿entiende, Adela? Estos hijos de puta hacen lo que quieren delante de nuestras narices.
La mujer se llevó la mano a la boca en un gesto de incredulidad, no le gustaba nada que esas cosas sucedieran a escasos metros de donde ella y su perro dormían.
-¿Llamaste a la policía?- preguntó con voz temblorosa.- La policía es lo mejor en estos casos.
-Hablé con ellos, pero sin nada concreto no pueden hacer mucho.
-¿Nada concreto es...?
-Sangre, un cadáver, un pedido de rescate, una escena en la que se note la violencia. Todas esas cosas que no queremos que haya, ellos las necesitan para darnos bola.- Gonzalo se rascó la cabeza, no quería aterrorizar a la anciana, las palabras surgían de su boca sin control, no quería que se le escapara lo del grito.- La voy a encontrar, Adela. Se lo prometo, pero por favor haga un esfuerzo por recordar algún dato que pueda serme útil.
Tomó entre sus manos una de las de la mujer, ella se quedó un rato en silencio observando sus dedos aprisionados con ternura entre los morenos y largos de Gonzalo, y le creyó. Hizo el esfuerzo que le pedía, lo hizo por él, por Coni, por el miedo que comenzaba a apoderarse de ella, no quería vivir así. Estuvo a punto de disculparse por su inutilidad cuando la imagen cayó sola en su mente. Levantó la vista y la clavó en los ojos expectantes de Gonzalo.
-Un pájaro… un halcón, algo así, un ave de rapiña- dijo balbuceante, como si tirara palabras sin conocer del todo su significado.- Cuando ellos se separaron frente a la ventana, conseguí ponerme los anteojos para ver mejor. No vi la cara del hombre porque ya estaba de espaldas, me acuerdo que puteé mi lentitud, él ya llegaba a la esquina. Entonces vi que se subía a una camioneta blanca, con un dibujo de uno de esos pájaros al costado, encima del dibujo había dos palabras pero con la velocidad con que se fueron gracias si pude leer la mitad de la primera.  Pasaron de nuevo por acá los muy descarados, por la puerta de la casa de Coni. “Taxi” era el comienzo de la palabra.
Se quedó callada y pensativa, avergonzada por no saber de autos para detallar la marca, por no haber sido lo suficientemente astuta como para fijarse en la patente.
-¿Taxidermia…? Es un dato, es lo único que tenemos, pero es algo, no se angustie -la miró con intensidad hasta que ella le devolvió la mirada.- Gracias. No se preocupe, no voy a incendiar todos los establecimientos que se dedican a embalsamar animales, pero puedo empezar a investigar algo.
Adela rió y el sonido reavivó el alma de Gonzalo como una descarga eléctrica. Apretó la mano de la anciana entre las suyas y le sonrió.
-Una pregunta más y la dejo en paz, cuando me contó que la camioneta volvió a pasar por la puerta habló en plural. Si la mujer estaba en lo de Constanza, ¿había alguien más con el tipo?
-Yo no vi a nadie más, Gonzalo, pero el hombre subió del lado del acompañante, así que alguien más manejaba.
-Gracias -repitió él pensativo.- Me voy para casa a deliberar con Oliverio a ver qué podemos sacar en limpio hasta ahora y ahí decidiremos qué hacer. Cualquier cosa nueva que se acuerde, me llama, no importa qué tan loco le parezca el dato ni qué hora sea, ¿sí?
-Te prometo que sí, andá con cuidado, Gonzalito -Adela lo despidió en la puerta con una sonrisa, luego agregó, para regocijo de Gonzalo:- Ese vecino tuyo ¿de dónde lo sacaste? Parece buen chico, ¡pero tiene una cara que mamma mía!

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