Adela lo
recibió con una sonrisa precavida, lo estudió en silencio y le sirvió un té de
canela con pastafrola mientras escuchaba el relato cuidadosamente preparado por
Gonzalo para no preocuparla más de lo debido. Luego de sorber de su propia taza
de té, la señora clavó la mirada en Eros, el pekinés sentado a su lado en el
sillón que la observaba con su único ojo sano, le dio un pedazo de pastafrola y
esperó a que se lo comiera en silencio, como si Gonzalo no estuviera allí.
Entonces volvió la vista hacia su invitado y comenzó a hablar con dulzura pero
sin vueltas.
–Yo soy
vieja pero no estúpida, Gonzalo, sé que las cosas están lejos de ser como
quisiera que fueran, pero no soy tan necia como para no verlas. Cuando vos y
Coni se pelearon ella empezó a estar con una mujer, yo la veía venir a la casa
muy seguido, a veces las escuchaba pelear, también escuchaba otras cosas…–Adela
apretó los labios hasta hacerlos palidecer, pero continuó hablando sin
ruborizarse– No tengo datos para darte acerca del nombre, ni siquiera puedo
describirla porque nunca la vi demasiado de cerca. Es más baja que Coni, tiene
el pelo claro, puede ser rubio, castaño claro o pelirrojo, perdón pero nunca
pensé que este tipo de detalles fuese importante para identificar a una
secuestradora…
La
mirada de Adela se nubló, se sacó los anteojos y se enjugó las lágrimas con un
pañuelo que guardaba en la manga de su blusa, Gonzalo la miraba con una
expresión de impotencia impresa en el rostro
y no pudo pronunciar una palabra. La anciana volvió a colocarse los
lentes, entonces continuó hablando.
–Hay
algo que me hace sentir mal porque nunca se lo comenté a Coni y podría haber
sido importante, pero viste cómo son las cosas, una no quiere pecar de metida y
puede meter la pata sólo por callar. Una vez esa chica vino con un hombre.
–Adela tragó saliva e intentó ordenar sus recuerdos– Me acuerdo que era la
tardecita porque justo había pensado en bajar a regar las plantas, pero miré
por la ventana y los vi que venían caminando, hablando en voz muy baja. Pararon
un poco más allá de la entrada a mi jardín, así que no pude verlos bien ni
escuchar lo que decían, pero parecían estar discutiendo. Era como si el hombre
quisiera imponerle que hiciera algo que ella no quería, hasta en un momento me
pareció que iba a empujarla. Al final parece que la convenció porque ella bajó
la cabeza, él se fue y justo apareció Coni en la puerta. Me pareció una escena
rara, aunque no tanto como para comentarla, así que me la guardé y ahora… ahora
me pesa.
Gonzalo
se levantó, se acercó a la anciana, se arrodilló a su lado y la miró a los ojos
con mucho respeto.
–Adela,
para echarnos culpas todos estamos mandados a hacer, no se castigue con eso.
Constanza siempre pudo confiar en usted para cualquier cosa y saber que esa
confianza estaba bien fundada es una especie de homenaje que le hace. Esto que
me cuenta ahora, por más que crea que es tarde, es lo único concreto que
tenemos desde que ella desapareció. Había un mensaje en su contestador, la voz
de un hombre diciendo una frase sin sentido aparente… alguien entró en la casa
de Constanza en los últimos días y borró ese mensaje. Necesito por favor que
trate de hacer memoria acerca de cualquier movimiento extraño que pueda haber
visto alrededor de la casa últimamente.
–
¿Seguro que tiene que haber entrado? ¿En esos contestadores modernos los
mensajes no se borran haciendo una llamada y apretando un botón desde cualquier
teléfono?
–
Constanza tiene una fijación con las cosas analógicas, siempre fue una
romántica con sus cámaras viejas y esa vitrola que nunca pudo hacer
funcionar...- Gonzalo calló unos instantes porque la imagen de su ex se había
formado demasiado nítida en su cabeza y tuvo que dirigir una mirada vidriosa al
exterior para seguir aferrándose sólo al objetivo de aquella visita. Cuando
volvió a hablar la emoción ya no estaba allí.- Para borrar el mensaje en el
contestador, alguien tiene que haber entrado en la casa, ¿entiende, Adela?
Estos hijos de puta hacen lo que quieren delante de nuestras narices.
La mujer
se llevó la mano a la boca en un gesto de incredulidad, no le gustaba nada que
esas cosas sucedieran a escasos metros de donde ella y su perro dormían.
-¿Llamaste
a la policía?- preguntó con voz temblorosa.- La policía es lo mejor en estos
casos.
-Hablé
con ellos, pero sin nada concreto no pueden hacer mucho.
-¿Nada
concreto es...?
-Sangre,
un cadáver, un pedido de rescate, una escena en la que se note la violencia.
Todas esas cosas que no queremos que haya, ellos las necesitan para darnos
bola.- Gonzalo se rascó la cabeza, no quería aterrorizar a la anciana, las
palabras surgían de su boca sin control, no quería que se le escapara lo del
grito.- La voy a encontrar, Adela. Se lo prometo, pero por favor haga un
esfuerzo por recordar algún dato que pueda serme útil.
Tomó
entre sus manos una de las de la mujer, ella se quedó un rato en silencio
observando sus dedos aprisionados con ternura entre los morenos y largos de
Gonzalo, y le creyó. Hizo el esfuerzo que le pedía, lo hizo por él, por Coni,
por el miedo que comenzaba a apoderarse de ella, no quería vivir así. Estuvo a
punto de disculparse por su inutilidad cuando la imagen cayó sola en su mente.
Levantó la vista y la clavó en los ojos expectantes de Gonzalo.
-Un
pájaro… un halcón, algo así, un ave de rapiña- dijo balbuceante, como si tirara
palabras sin conocer del todo su significado.- Cuando ellos se separaron frente
a la ventana, conseguí ponerme los anteojos para ver mejor. No vi la cara del
hombre porque ya estaba de espaldas, me acuerdo que puteé mi lentitud, él ya
llegaba a la esquina. Entonces vi que se subía a una camioneta blanca, con un
dibujo de uno de esos pájaros al costado, encima del dibujo había dos palabras
pero con la velocidad con que se fueron gracias si pude leer la mitad de la
primera. Pasaron de nuevo por acá los
muy descarados, por la puerta de la casa de Coni. “Taxi” era el comienzo de la
palabra.
Se quedó
callada y pensativa, avergonzada por no saber de autos para detallar la marca,
por no haber sido lo suficientemente astuta como para fijarse en la patente.
-¿Taxidermia…?
Es un dato, es lo único que tenemos, pero es algo, no se angustie -la miró con
intensidad hasta que ella le devolvió la mirada.- Gracias. No se preocupe, no
voy a incendiar todos los establecimientos que se dedican a embalsamar animales,
pero puedo empezar a investigar algo.
Adela
rió y el sonido reavivó el alma de Gonzalo como una descarga eléctrica. Apretó
la mano de la anciana entre las suyas y le sonrió.
-Una
pregunta más y la dejo en paz, cuando me contó que la camioneta volvió a pasar
por la puerta habló en plural. Si la mujer estaba en lo de Constanza, ¿había
alguien más con el tipo?
-Yo no
vi a nadie más, Gonzalo, pero el hombre subió del lado del acompañante, así que
alguien más manejaba.
-Gracias
-repitió él pensativo.- Me voy para casa a deliberar con Oliverio a ver qué
podemos sacar en limpio hasta ahora y ahí decidiremos qué hacer. Cualquier cosa
nueva que se acuerde, me llama, no importa qué tan loco le parezca el dato ni
qué hora sea, ¿sí?
-Te prometo que sí, andá
con cuidado, Gonzalito -Adela lo despidió en la puerta con una sonrisa, luego
agregó, para regocijo de Gonzalo:- Ese vecino tuyo ¿de dónde lo sacaste? Parece
buen chico, ¡pero tiene una cara que mamma mía!
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