Novela en desarrollo, paciencia por favor.

A la derecha aparece una lista de capítulos, comenzar por 1.a, 1.b, 1.c, 2... etc ^^

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14/6/11

1.b

Cuando el sol asomó al fin por la ventana del departamento, su luz no logró encontrar al inquilino del 10 "C" por ninguna parte. La botella con agua estaba sobre la mesa haciendo que los reflejos del sol bailotearan a su alrededor, la toalla se había secado sobre el respaldo de una silla, la cama continuaba deshecha, pero Gonzalo Vallejo estaba resguardado entre las sombras, desnudo, sentado en el suelo con la espalda apoyada en la pared, la cabeza ladeada y un hilo de baba cayéndole sobre el pecho. Un ronquido lo despertó, se dio cuenta de que tenía medio culo dormido y se resistió a moverse hasta que pasaran los pinchazos, se secó la cara y el pecho con el dorso de la mano agradeciendo que ella no estuviera allí para ver eso en lo que se había convertido.
No había sido su intención volver a dormirse, había estado dándole vueltas y más vueltas a la idea de que la voz perteneciera a Constanza. ¿Cuánto tiempo hacía que no la oía? Había tenido que refrenar el loco impulso de levantar el teléfono y llamarla, ella se lo había prohibido terminantemente. Comprensible, después de la última conversación (si podía llamarse de esa manera) en que él la había acusado a gritos de ya no recordaba cuántas cosas, la niebla del alcohol puede ser muy piadosa a veces. Un pensamiento se hiló con otro y terminó recordando el día en que se conocieron, increíble que hubiesen pasado tres años.
Griselda le había roto tanto las pelotas para que fuera a esa fiesta... y a Gonzalo le costaba decirle que no a su hermana, sobre todo cuando trabajaban juntos y tenía que soportar las recriminaciones diarias a sus desplantes, así que había dicho que sí al tercer día de ruegos ininterrumpidos. Sabía que ella no comprendería jamás su manera de relacionarse con el mundo; que no cesaría de llenar sus horas de bullicio y gente superficial, por eso había decidido disolver su pequeña sociedad, pero aquella fiesta había tenido su provecho.
Cuando Constanza le dio vuelta la cara con un revés bien calculado al tipo que la persiguió hasta el balcón con intenciones de perderse en su escote, Gonzalo supo que debía alejarse de esa mujer lo antes posible. Hizo lo que acostumbraba: desoír sus intuiciones más profundas. La risa los hizo cómplices primero, amantes después y con el tiempo casi logró convertirlos en enemigos, pero en medio pasaron muchas cosas intensas que le gustaba recordar, a veces más de lo que admitía, otras más de lo que debía.
Decidió que eran suficientes recuerdos para una mañana complicada, no había más cerveza en la heladera y si continuaba descuidando el trabajo, tampoco habría con qué comprarla. Se puso de pie, bostezó y estiró sus músculos. Qué noche de mierda, había dormido muy mal y considerando el despertar, no quería hacer proyectos importantes para el resto del día, no pintaba nada bien. Por lo pronto había que vestirse.

Detrás de la puerta del 10 "B" ya no se oía el ruido de la televisión encendida, eso significaba que Oliverio estaba desayunando. Prefería hacerlo en silencio. Gonzalo tenía la teoría de que durante ese ritual su vecino se purgaba de toda la basura que su cerebro había absorbido durante la noche.
Dio cuatro golpes rápidos en la puerta de madera que se abrió casi de inmediato sin interrogantes, dos hombres que viven solos en departamentos contiguos reconocen los pequeños detalles que los identifican.
La cara de Oliverio nunca dejaba de sorprender a Gonzalo, podría cobrar derechos de autor de por vida si patentara esa expresión de zombie tan perfecta que portaba en las mañanas. No era que mejorara por la tarde, pero un brillo vital la poseía a medida que el día avanzaba y el efecto ya no era tan imponente.
-Gonza. ¿Madrugando? -la voz acompañaba al rostro, grave y pastosa, voz de café recién tomado.
-Un poco. Es hora de volver a ponerme en movimiento -asintió apesadumbrado. Su vecino era lo más parecido que tenía a un amigo, de nada servía disfrazar sentimientos.- Tengo que preguntarte algo. ¿No escuchaste nada extraño anoche?
-Si hiciste una fiesta no me enteré de nada. No había terminado Halloween 4 que ya estaba roncando. ¿A qué llamás extraño?
-Me despertó un grito. -Gonzalo hizo el silencio que consideró necesario para que Oliverio comprendiera que hablaba en serio.- No fue tu televisor, nunca está tan alto. No era un grito de placer ni parte de una discusión. Alguien gritaba de dolor, una cosa horrible.
-¿Puedo haber sido yo? ¿Soñando?
-No, boludo, me hubiese dado cuenta, además era una mina la que gritaba...- se rascó el brazo, un gesto de incomodidad característico suyo.
Oliverio miró el suelo con intensidad. No había que preguntar más de lo debido. Era un tipo mucho más inteligente de lo que parecía, su practicidad solía dejar a Gonzalo boquiabierto.
-Puedo preguntarle a mi primo si sabe de alguna denuncia por la zona. -Puso fin al asunto así de fácil y recibió una mirada agradecida.- Se te va a hacer tarde, che, a la noche te aviso si hay novedades.
Mientras esperaba el ascensor, Gonzalo se preguntó por qué no podían todas las personas ser tan precisas como su vecino zombie.

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