Novela en desarrollo, paciencia por favor.

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23/6/11

3.b

-Si me estuviera volviendo loco... ¿todavía comerías pizza conmigo de vez en cuando, eh, Olaf? -más allá del chiste había un ruego silencioso en su mirada. El apodo reforzaba el pedido, era como una caricia avergonzada.
Oliverio sonrió. Su vecino había inventado ese apodo apenas se conocieron porque era incapaz de recordar su nombre, había sido muy fácil convertir el "hola" en un "Olaf". Lo gracioso era que no le quedaba para nada bien porque ni de lejos lograría jamás parecer un vikingo. Apoyó la mano en el hombro de Gonzalo.
-Nunca estuviste cuerdo, boludo. ¿Qué tan grave puede ser? Que te despierten gritos imaginarios, dale... me despertaste más de una vez por cosas peores. Hablame, carajo, dejame entender.
Las palabras hicieron que se le humedecieran los ojos. Apuró el vaso de cerveza. Gonzalo Vallejo vivía demasiado solo con su cabeza a cuestas, ese puente que se le estaba tendiendo era un alivio inmenso. Lo aprovechó.
-Anoche estaba seguro de que el grito que escuché era de Constanza... -se refregó los párpados con los nudillos,- a la luz del día las cosas parecen diferentes, pero mi mente no quiere apartar del todo la idea. ¿Será que mi inconsciente la quiere muerta? ¿O sólo pretende que grite desesperada para que yo corra en su ayuda? ¿Qué opina, Doctor?
No hubo risas, ambos sabían que el chiste era necesario, inevitable, pero no gracioso.
-¿Existe la posibilidad real de que haya sido ella? ¿Cuándo fue la última vez que hablaron? -las preguntas obvias y justas para el caso ya había sido sopesadas. La situación le fue explicada, junto con las razones por las cuales no podía llamarla.- Dame su número. Yo sí puedo.
Gonzalo rió agradecido, cómo era posible que no se le ocurrieran las soluciones que parecían más sencillas. Claro, pedir ayuda, esa era la parte que le fallaba.
Tras varios intentos, se dieron por vencidos, al menos por esa noche. Nadie respondía al otro lado de la línea.
-Dejame tratar desde casa, ¿si? Puede que tenga identificador de llamadas, por ejemplo, no saquemos conclusiones apresuradas, deben haber miles de explicaciones, pero descartemos las más inmediatas. -La mirada de Oliverio transmitía toda la confianza que necesitaba en ese momento, la contundencia de sus hipótesis lo tranquilizaba, no debía pensar por pensar, era nocivo.- Ahora acompañame hasta lo de mi primo, dale.
Sacaron la basura al pasillo y se encaminaron al ascensor.
-Más temprano me sentí un poco paranoico... -Gonzalo le contó su pesquisa frustrada por el corredor.- ¿Tenés idea de quién puede haber sido?
-Hmm... Puede que alguien se haya equivocado de piso. Pasa. Sobre todo con las personas que vienen por primera vez a alguna de las oficinas del Onceavo, mucha gente todo el tiempo, puede haber algún cadete despistado.
-Claro... ¿alguna vez pensaste en ser detective? Te sale naturalmente todo eso de barajar posibilidades. -Gonzalo lo miró con respeto, sentía la necesidad de que Oliverio fuese su guía por el resto de su vida.- Debo estar hecho un idiota, demasiado susceptible con todas las cosas para no darme cuenta de las opciones más simples. Gracias, de verdad creí que iba a volverme loco.
-Llevamos vidas diferentes, Gonza, la mía es mucho más sedentaria, tranquila, aburrida, digámoslo de una vez. Tengo más tiempo y predisposición para ser observador, rumiar las cosas despacio. Eso por no hablar de temperamentos, sos impulsivo, eso lo sabés. A veces hay que parar un poco la pelota y mirar alrededor a ver qué hay, vos sos de los que se concentran en hacer el gol. Son estilos de vida, generalmente los tipos como vos la pasan mejor, pero en momentos como este necesitan amigos como yo. Eso vuelve nuestras vidas un poco más interesantes.
Oliverio era más humilde de lo que aparentaba todo el tiempo. Su vecino sabía agradecer un cumplido disimulado.

Dos horas más tarde cada uno estaba de vuelta en su departamento. El informe recibido del primo policía era alentador... para la supuesta víctima. Según el papel, no existía. Ninguna denuncia por malos tratos, violencia de algún tipo o algo que se le pareciera. Nadie más que Gonzalo Vallejo parecía haber escuchado un grito esa madrugada. Si no había manera de probarlo no iba a enloquecer a medio mundo con su relato, se guardaría su historia, sus pobres hipótesis y su desesperación, no necesitaba sumar más cosas a su estado anímico, tenía suficiente sobre las espaldas para que su avance por la vida resultara complicado.
Salió de ducharse y se asomó al balcón. El teléfono en la oficina de arriba volvía a sonar y esta vez le resultó raro, podría preguntarle a Samantha si era normal que la gente tratara de comunicarse a esa hora. Sería bueno que programaran el contestador para que atendiera al primer timbre, ya le resultaba molesto. Pensándolo mejor, intentaría hablarlo con Darío, era un tipo más accesible. Su secretaria, si bien tenía un cuerpo escultural, era una perra frígida que parecía no saber cómo tratar con la gente. Un aroma dulzón lo desconcentró de sus pensamientos. En el balcón de al lado una brasa brillaba en la oscuridad y pronto el viento le llevó el humo que acompañaba al inconfundible olor a marihuana. Oliverio estaba de fiesta.
-No sé quién debería sentirse más avergonzado -lo oyó decir tras un par de toses ahogadas,- supongo que vos. Ya me habías visto fumar antes. ¿Ahora meditás en bolas?
-Ya no se puede tener intimidad en esta ciudad, salís desnudo a nosecuántos metros de altura y tiene que haber un par de ojos rojos mirándote desde la oscuridad. Decí que no me agarraste en una escena más comprometida.
-Gonzalo, hacerte la paja en el balcón a mitad de la noche no tiene nada de onda. Hasta yo sé eso.
-¿Fumás seguido de esa cosa?
-Nah, de vez en cuando, no hay que dejar que se haga vicio. Relaja. Deberías probar alguna vez, cuando te sientas menos paranoico, para ese estado no es bueno. -La brasa volvió a encenderse y las facciones de Oliverio se dibujaron levemente en la noche, a Gonzalo le pareció que se le había ido del todo lo zombie.
-Me voy a la cama, tengo que volver a acostumbrarme a los horarios de las personas normales. Me va a costar dormirme igual, pero tengo que intentarlo. Buen provecho, vecino.

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