Novela en desarrollo, paciencia por favor.

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24/7/11

5.b

-No soy de contar estas cosas a nadie, odio hablar de intimidades, no me jacto de mis relaciones sexuales ni nada que se le parezca, me parece una boludez, qué se yo... pero esto necesito decirlo en voz alta, aunque sea para castigarme... -su mirada rogaba comprensión y el rostro serio de Oliverio lo instó a seguir hablando.- Constanza es bisexual. Cuando lo supe no me pareció algo raro, ni peligroso, ni siquiera me hice el bocho con fantasías raras, esas huevadas que piensa la gente enseguida, de un trío con dos minitas... no me van esas cosas. Lo acepté como si me hubiese dicho que le gustaban los días de lluvia además de los soleados, una cosa así. Cuando estábamos juntos éramos ella y yo, nada más, ¿entendés? Era perfecto, ¿por qué tendría que pensar en cosas raras? Nunca hablábamos del tema, me lo contó de entrada y listo.
Gonzalo aceptó otro mate y lo tomó despacio, tratando de acomodar el remolino de palabras que quería dejar salir para que se comprendiera su situación.
-El sexo con ella era lo mejor que me pasó en la vida. Nos entendíamos sin hablar, nos calentábamos con sólo mirarnos, era una cosa de no creer. No nos aburríamos nunca, porque lo que nos enloquecía era ver nuestros cuerpos juntos. No teníamos ningún mambo extraño, y si a alguno de los dos le pintaban ganas de hacer algo nuevo, lo hablábamos y listo... Pero, claro, siempre hay un pero... No sé lo que pasó, hermano, te juro que no sé por qué en un momento empecé a volverme estúpido. Ella hizo un comentario sobre una mina que pasó, como si hubiese dicho "qué lindo está el día", pero no... fue un "qué bueno que queda ese tatuaje en tu espalda" y se la quedó mirando. Mi cabeza enloqueció. No fue de golpe, sí sé que desde ahí tuve presente el tema de la bisexualidad, como si fuera algo latente a punto desatarse. Como una tormenta que está por estallar, los relámpagos lejanos, o, para ser más gráfico, como si fuese un bicho que iba lentamente pudriendo mi comida ¿entendés?... y me agarró un miedo...- Gonzalo estudió la mirada de su interlocutor, sabía que no podría hacerle comprender el temor que lo había embargado en ese momento, pero al menos sabía que haría lo imposible por captar la esencia de las palabras.- Desde ese momento nada volvió a ser igual. Te parecerá una boludez, qué tiene que ver ese comentario idiota con la química que nos enloquecía, pero parece que la mente, che, la mente juega de delantero en estos asuntos. Me puse violento, cada vez que cogíamos ella se quejaba de mi bestialidad, y tenía razón, era como si de repente quisiera curar su bisexualidad a pijazos, un loco de mierda, dónde viste una cosa semejante...
Las cosas se pusieron cada vez más extrañas, no había manera de que pudiera explicarle qué me pasaba, y así nos fuimos alejando. Eso sí, no sé si antes me fijaba menos en esas cosas, les restaba importancia o qué, pero a partir de aquél comentario que me desquició juraría que ella miraba más a las minas que antes. Es muy probable que fuera paranoia pura... pero no puedo asegurarlo.
Gonzalo tomó el mate que su vecino le había dejado enfrente y se comió un sandwich para tratar de aflojar el nudo que se le había ido formando en la garganta.
-Es una reacción bastante irracional, pero no por eso deja de ser humana. Lo que no me termina de cerrar es por qué no pudiste hablarlo con ella, no sé si lo hubiese entendido pero al menos podría haberte explicado cómo funcionaban esas cosas, si tenías derecho a ponerte celoso o no. Siempre fueron de dialogar abiertamente, Gonza...
-Eso es lo que no me explico, por qué me sobrepasó el instinto animal y no fui capaz de conversarlo. Capaz que hoy podríamos estar juntos todavía... -un sollozo se atragantó con las palabras, no quería llorar, no ahí, no enfrente de Oliverio. No quería poner a su amigo en una situación incómoda. Más incómoda. Respiró hondo.- ¿Es demasiado loco si pienso que me dejó por otra mujer?
La pregunta cayó en medio de la mesa como un latigazo. Oliverio no se la esperaba, tragó saliva, se refregó la mejilla con una mano, abrió grandes los ojos y tomó otro mate. Gonzalo miró la mesa, parecía querer comprobar si el latigazo había dejado una marca en la fórmica, su corazón latía apresurado, nunca se había animado a formular esa pregunta en voz alta.
-No me contestes -murmuró,- es una pregunta idiota. Es muy probable, sí. Debo haberla asqueado con mi autoproclamada masculinidad fálica. La debo haber empujado a pijazos a la cama de otra mina, no puede ser de otra manera.
-Ey, no te castigues así. Si cayó en brazos de otra persona, qué importa cuál sea su sexo. El hecho es el mismo. Quizá no podrías haberlo evitado por más que las cosas entre ustedes funcionaran. A veces pasa. Uno no se da cuenta de que la relación se desgastó hasta que se queda hablando solo... -Oliverio le dedicó una sonrisa amarga, sus palabras eran autobiográficas.- Sería bueno que un día pudieran sentarse a hablar como dos personas civilizadas, escuchando y tratando de comprender al otro. Podrían rescatar cosas buenas, o al menos esclarecer asuntos turbios, ¿no te parece?
Gonzalo suspiró. No, no le parecía. Al menos no en ese momento, pero en un futuro tal vez fuera posible, hasta necesario. En ese momento sólo quería tenerla entre sus brazos, hacerse una lobotomía, besarla, llevarla a la cama, no dejarla escapar en toda la noche y que todo volviera a ser como antes. Claro que las lobotomías no estaban de oferta ese mes, así que tendría que conformarse con volver a su rutina de mierda y seguir extrañándola. Oliverio pareció captar la sucesión de ideas que pasó por su mente, porque lo miraba divertido con un mate en la mano extendida y meneando la cabeza como si tuviera frente a él un loco sin remedio.
-No te enrosques al pedo. Lo que tenés que hacer ahora es armarte de nuevo para poder caminar con paso seguro, después de eso recién te diría que levantes la cabeza para mirar dónde estas parado primero y hacia dónde encaminarte más adelante, donde no haya paredes, ni laberintos, ni esas cosas raras que te gusta recorrer a vos. Sí, no te rías, laberintos mentales te sobran, uno puede volverse loco ahí adentro, o pelotudo, no sé qué es peor. Tomá el último mate, creo que los dos deberíamos volver a laburar.

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