Novela en desarrollo, paciencia por favor.

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28/7/11

5.c

Esa noche antes de acostarse, Gonzalo repasó la conversación mantenida con su vecino. Sonrió agradecido, bostezó y no tardó en quedarse dormido.
Durante la madrugada despertó sobresaltado, volvía a hacer ese calor pegajoso de semanas atrás. Se oía el murmullo del televisor de Oliverio, un hombre hablando en portugués, algo acerca de Dios y María Santísima, no podía estar seguro, le costaba abrir los ojos. Un ruido extraño en el pasillo, era eso lo que lo había sobresaltado, ruedas girando, algo chocando con las paredes. No era hora de limpiar ni de recolectar la basura. Si era algo de eso no dudaría en quejarse con el consorcio, tenía que madrugar y en lugar de estar descansando, estaba levantándose para dirigirse al pasillo. Sin terminar de abrir los ojos, manoteó el llavero colgado junto a la puerta y oyó afuera el sonido del ascensor abriéndose. Cuando se asomó, pudo distinguir un bulto frente al ascensor, alguien trataba de meter dentro algo bastante más grande que una persona. Gonzalo sólo lograba distinguir sombras. La luz del pasillo estaba apagada, extendió una mano para remediarlo. Cuando sus dedos oprimieron el interruptor, la luminosidad lo hizo entrecerrar los ojos, logró reconocer el carro de la limpieza y el malhumor se apoderó de él.
-¡Che! ¡No es hora de limpiar los pasillos, hay gente que vive y duerme en este piso! ¡Madruga! ¡Gente que ma-dru-ga! ¡No es hora de romper las pelotas, viejo! ¿Me escuchás? -se refregó los ojos, parpadeó varias veces y su visión mejoró. Hubiese preferido que no fuera así. Quien manejaba el carrito estaba logrando meterlo en el ascensor por fin y Gonzalo se dio cuenta de que lo que llevaba encima del carro, asomando entre múltiples bolsas de basura, era un maniquí. Tuvo que apoyarse en la pared para no caer al suelo porque sintió que el mundo entero se precipitaba encima suyo. El maniquí estaba vestido, peinado y maquillado igual que Constanza y en medio de su pecho se extendía una gran mancha roja. El desconocido logró vencer al carro en su forcejeo, cerró la puerta del ascensor y comenzó a bajar. Gonzalo no pudo moverse de donde estaba hasta un rato después, y a lo único que atinó fue a dejarse caer hasta terminar sentado en el suelo agarrándose la cabeza, donde lo encontró Oliverio que se había despertado con sus gritos.

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