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Imagen: Maniquí

(Instantáneas urbanas)

Un perro llora sin parar. Alguien esconde presuroso un bulto con forma humana que se resiste a ser encarcelado. Las calles semidesiertas albergan en sus rincones más oscuros escenas de sexo, violencia y adicción desenfrenadas. Transacciones inesperadas, algunos vacían sus bolsillos para llenar otros.
Un hombre intenta consolar el llanto de un amigo desbordado por las circunstancias. El otro quiere con toda su alma ponerle un freno a sus pensamientos, ya no le importan las lágrimas, sólo quiere dejar de barajar malos presagios.
Alguien tiene que hacer un esfuerzo muy grande por no apiadarse de las palabras que oye balbuceadas entre sollozos, no muy lejos, no tan cerca.
Una mujer despierta, odia las sombras, odia la noche, quisiera más que nada en el mundo volver a dormirse , pero sabe que ya no podrá.
En una alcantarilla dos ratas corren con desesperación, huyen de dos adolescentes que pretenden convertirlas en su cena.
La oscuridad comienza a diluirse. La ciudad se despereza.
Alguien sonríe satisfecho mientras acaricia los cabellos de su hija pequeña, sonríe porque esa noche el mundo le devuelve la sonrisa.
La luz se apaga en el armario donde, finalmente, fue guardado el tan producido maniquí.