Imagen: Shadow
(Instantáneas urbanas)
Laberinto de vidas, complejo puzzle de mundos superpuestos, cada
rincón esconde oscuros secretos, dolores latientes, vergüenzas
disfrazadas, orgullos malformados.
Podemos atravesarlo sin atisbar sus olores, su extraña
complejidad, su engañosa combinación de claroscuros. Un día nos
pararemos en mitad de un corredor, súbitamente sorprendidos por
algo, miraremos hacia todas partes intentando comprender qué provoca
el escalofrío, qué eriza los vellos de la nuca de esa manera
repentina, qué nos atraganta la respiración en mitad de un
suspiro... y si tenemos suerte sacudiremos la cabeza con una sonrisa
autoconvenciéndonos de que sólo fue el viento, la sombra de un
gato, un pájaro que sonó de una manera inusual y continuaremos
nuestro camino sin mirar afuera de nuevo.
¡Pero ay de nosotros si llegamos a captar con el rabillo del ojo
ese movimiento imposible, si nuestros oídos dejan penetrar hasta
nuestro cerebro ese sonido anormal, si nuestros sentidos entran en el
juego y se dejan engañar por los artilugios urdidos para que
caigamos en su pesadillesca red y veamos el mundo como nos lo quieren
mostrar! Entonces... entonces ya no sabremos qué es real y qué no
lo es, no podremos confiar en quienes nos rodean, no sabremos dónde
termina la vigilia y dónde comienza la horrorosa pesadilla. Entonces
nos sentiremos como Constanza Ríos, como Gonzalo Vallejo... nuestras
mentes zozobrando a la deriva sin la oportunidad de dejar de mirar
afuera por más que sea eso lo que más queramos en la vida.
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